El síndrome de la clase turista se produce entre aquellos viajeros que utilizan el avión en largos trayectos, esto es, de más de tres horas de duración. El problema viene ocasionado tanto por la reducción del espacio, como por la presión atmosferica a la que nos vemos sometidos. También pueden afectarnos factores que en principio podría parecer menos importantes, como el ruido de los motores, el ambiente cerrado, o encontrarnos en un entorno extraño.

Todos estos factores no tiene por que afectar a pasajeros sin problemas de salud, pero en ciertas ocasiones la disminución de la presión provoca una expansión de los gases que contiene nuestro cuerpo. Así mismo, la baja humedad que hay en los aviones puede producir una sequedad de las mucosas, que se hace más molesto en aquellos viajeros que usan lentillas.

Para evitar el «mal de la clase turista», hay que comenzar a prevenir desde el día antes de nuestro viaje. Procurar no ingerir comidas pesadas o que produzcan gases, así como las bebidas alcohólicas o café, ya que son alimentos que pueden ayudar a la deshidratación.

Por otro lado está el evitar los trombos debidos a una estancia prolongada en una misma postura. Para ello hay ciertos «trucos» que nos permiten tener una mayor movilidad. Para empezar, no llevar con nosotros los bultos de mano. Guardarlos siempre en los compartimentos que las compañías aéreas ponen a nuestra disposición. De este modo ganaremos espacio para mover las piernas.

Durante el vuelo mover los dedos de los pies, los tobillos, e incluso levantarse durante unos segundos, siempre que las señales luminosas nos lo permitan. En cuanto al resto del cuerpo, podemos hacer movimientos con el cuello. Evitar todo aquello que nos presione, ya sea ropa ajustada, cinturones, ropa interior… etc, si no viajar con ropa que impida la transpiración.

Si se nota cualquier molestia, lo mejor es consultar con el personal de cabina, y ellos nos ayudarán a relajarnos y a evitar cualquier problema.